martes, 20 de julio de 2021

MATARRAÑA

En esta ocasión Kira y yo nos vamos a acercar a Teruel, una de las provincias tradicionalmente "olvidadas", y en concreto a una región poco conocida para el turista quieto (el que no es inquieto vamos) como es la comarca del Matarraña. Lo cierto es que le he dado muchas vueltas antes de ponerme a escribir porque, si bien es una zona llena de encanto y posibilidades para el turismo, el hecho de ser tan poco nombrada y de que sus habitantes disfruten en parte de ese ostracismo, forma parte de su encanto y es un equilibrio que no nos gustaría que se rompiera. Siempre pedimos que se visiten los lugares con respeto y con conciencia, pero en este caso es ya un ruego.


A esta zona se le ha llegado a dar el nombre de “la Toscana española”… los que me conocéis ya sabéis lo poco que me gustan las comparaciones de este tipo (la Venecia del norte… la París del Este…), cada lugar tiene su encanto y no creo que sea necesario buscar una equivalencia, pero en fin, sirva para orientar al viajero sobre lo que se puede encontrar en esta comarca.


Y la entrada al recinto medieval no puede ser más espectacular. Ya desde el puente de piedra la panorámica es espectacular, con el Portal de San Roque en primer término y el castillo de fondo.  Nada más cruzar el portal, la plaza de España nos da una espectacular bienvenida. Con la almenada fonda de la plaza a un lado y el precioso edificio renacentista de la Casa Consistorial con sus soportales. Como en todo pueblo medieval, lo mejor es recorrer las calles de arriba a abajo y descubrir calles y rincones, porque siempre encontraremos cosas… y casas interesantes.  





Obviamente la mayoría de las miradas y las visitas se las llevan a partes iguales, dos edificios góticos, la iglesia de Santa María la Mayor declarada Monumento Histórico y el Castillo de Varderrobres, uno frente al otro. Se puede comprar una entrada que permite visitar el castillo, la iglesia y un museo que muy interesante muy cerca de la mencionada iglesia. El precio de la entrada conjunta es de 4€, un importe más que razonable y que incluso se puede gestionar online. 


















Como para nuestra mascota no va a ser todo piedra y asfalto, tenemos la opción sin tener que coger el coche de tomar una rutita para estirar las patas. Justo a la salida del pueblo dirección Cretas, tras pasar un puente metálico bastante curioso veremos un cartel indicando una senda hacia Beceite junto al río Matarraña, son más de seis kms, así que hasta que vuestro tiempo o fuerzas os lo permitan.

Pero ya que hablamos de sendas y de estirar las patas, precisamente en el pueblo de Beceite a 7 kms hacia el sur desde Varderrobres, encontraremos una increíble ruta que pasa por ser de mis favoritas de toda la historia. Lo tiene todo, es fácil, no hay posibilidad de pérdida, no tiene grandes pendientes, se aparca fácilmente y, sobre todo, iremos descubriendo unos paisajes espectaculares. Estamos hablando del Parrizal de Beceite, todo un clásico de la zona. Y ese puede ser el mayor inconveniente de la ruta, que es bastante conocida y en temporada alta puede ser un auténtico rosario de senderistas. Nosotros la hicimos un mes de mayo y estuvimos prácticamente solos. En el trayecto por carretera entre el pueblo y el aparcamiento dejaremos unas piscinas naturales chulísimas a mano derecha, pero ojo, no podemos ir con nuestra mascota, de hecho está prohibido que se bañen en el río, por muy apetitoso que sea para ellos.




Bien, una vez dejamos el coche en el aparcamiento (ojo que en temporada alta está limitado el acceso, consultar la web de beceite.es), toca calzarse las botas, coger agua y recorrer los 12 kms (6 ida y 6 vuelta) por esta maravilla. A nosotros nos llevó unas tres horas todo el recorrido haciéndolo con bastante calma y parando mucho a hacer fotos. Se transitan por bastantes pasarelas, en principio no presentan problema para que nuestra mascota atraviese estos tramos, pero en alguno de ellos hubo que coger a Kira en brazos por miedo a que introdujera sus patas entre las traviesas, si vuestro perro es pequeño os toca valorar si cogerla en brazos o confiar en su habilidad. 



















El color del río es espectacular y el contraste con la roca y la vegetación os regalará unas instantáneas preciosas. Así, siguiendo el cauce hacia arriba y disfrutando con las formaciones rocosas llegamos al final de la ruta, la zona conocida como “los estrechos del Parrizal” un estrechísimo cañón de unos 60 metros de alto que os dejará boquiabiertos. Es un poco complicado llegar hasta el final del cañón ya que es una zona con enormes piedras y poco recomendable para llegar con mascotas de tamaño pequeño o mediano.


De vuelta al coche, a la carretera y a nuestra base Valderrobres, podemos optar por coger la carretera A-1413 dirección Cretas, a escasos 10 kms de nuestro centro de operaciones. Se trata de otra encantadora villa medieval con el mismo tipo de construcción que veremos por esta zona basada en la piedra de sillería y tejados con voladizos de madera. Como siempre lo bonito es descubrir calle a calle, arco a arco, todo el casco urbano. Sin dejar de ver la preciosa Plaza Mayor, jalonada de casas solariegas de piedra; iglesias como la de la Asunción de Cretas o la preciosa capilla de San Antonio de Padua; y palacios como la Casa Turull.



La siguiente parada es, en mi opinión, otro de los puntos fuertes de la ruta… el pueblo de Calaceite, a otro pequeño tramo de carretera de 12 kms desde Cretas. Justo en la línea del cartel de entrada a la población, nos encontramos a mano izquierda un desvío al “poblado ibérico de San Antonio” bastante recomendable por su estado y su tamaño (nos sorprendió por lo grande que es), si bien el acceso no está asfaltado, que no sea óbice para realizar la visita si se dispone de tiempo y ganas. Además de ser gratuito, no vimos ningún cartel prohibiendo la entrada con perros. Os encantará aunque no os interese mucho la historia.

El centro histórico de Calaceite tiene el acceso restringido para los turismos, así que toca aparcar en las afueras, que en fin de semana y verano, no debe ser fácil.  Una vez que dejemos el coche eso si, con calma y paciencia porque hay buenas cuestas. Como un imán, cojamos la calle que cojamos acabaremos en la maravillosa Plaza de España, de estructura irregular y edificios con grandes arcadas donde suelen montar el mercadillo (es el primer pueblo en el que no me hizo gracia encontrarme con un mercado tradicional, ya que rompe completamente la estética de la foto que vamos buscando). 


A partir de ahí, todas las calles tienen algún encanto escondido, no en vano es Conjunto Histórico Artístico. Dos de las principales conectan con las capillas-portales de San Antonio y de la Virgen del Pilar.  Si el hambre aprieta, Calaceite es sin duda un buen lugar para disfrutar de la gastronomía típica de la zona, platos basados en las carnes y las verduras de la tierra y por supuesto bañados con el maravilloso aceite del Bajo Aragón.



Volviendo a nuestra base que hemos situado en Valderrobres, vamos a tomar en este caso la carretera A-231 en dirección a La Fresneda, pero tomando un desvío a cinco kilómetros de la partida dirección La Portellada, si bien nuestro destino no será esta localidad sino la cascada conocida como el Salto de La Portellada, o directamente “el Salto” como veréis en las señales indicativas del desvío. Una vez tomemos ese desvío, la carretera se convierte en camino de piedra, si bien es transitable para todo tipo de vehículos, se puede dejar el coche arriba en la explanada justo después de tomar el desvío y bajar andando los dos kilómetros y medio que distan desde este punto a “el salto” (aproximadamente media hora para bajar, algo más para regresar). La erosión del agua a modelado un paisaje espectacular y nos permite ver el salto desde casi todas las perspectivas posibles, incluso desde dentro. Eso si, como es lógico la espectacularidad del lugar varía mucho en función del caudal del río Tastavins, en verano lo normal es que no exista caída de agua.


Retornamos de nuevo a la carretera A-231 y llegamos ya si a La Fresneda. A pesar de ser un pueblecito pequeño, os va a sorprender por la cantidad de lugares “visitables” que posee. Para echar un buen rato descubriendo sus encantos. Si venimos del acceso norte, entraremos al centro por la calle Eras y accederemos por un pórtico a su preciosa Plaza Mayor, de forma triangular y con el edificio del ayuntamiento, que destaca sobre el resto de construcciones, justo en frente. Desde ahí os recomendamos tomar la calle de la izquierda (calle Mayor) siguiendo los encantadores soportales que nos llevarán casi sin querer hasta la plaza del Pilar, también triangular y flanqueada por la coqueta Capilla del Pilar.




Si desde esta plaza tomamos la calle del Calvario hacia arriba comenzaremos la exigente subida hacia los restos del castillo y las ruinas de la Ermita de Santa Bárbara, en ella nos encontraremos algunas sorpresas (que no desvelo para que os motivéis a subir) y unas fantásticas vistas de La Fresneda y su entorno. No olvidéis ir acompañados de una botellita de agua para vuestra mascota, se lo merece.

Volviendo a por el coche, pero sin abandonar las lindes de esta población, los más “aventureros” tienen una cita con el Santuario de la Virgen de Gracia… bueno con las ruinas mejor dicho. Son unos cinco kilómetros por un camino de tierra, apto para todo tipo de vehículos, pero yendo despacito y vigilando los bajos. El lugar es un remanso de paz, tranquilo y mágico. La construcción es imponente, y más en medio de la nada, pero su estado ruinoso le dota de un encanto adicional. La construcción es del siglo 18 y consta de dos bloques: la iglesia y la hospedería. La fachada es imponente, y aunque verlo en este estado tiene su aquel, lo cierto es que es una pena si pensamos en el esplendor que pudo tener en su día. Para nuestra mascota, será un festival de rincones que inspeccionar… me pregunto que le transmitirán los olores de este lugar.


Para terminar, nos acercamos a la ciudad de Alcañiz. Un centro de peregrinaje para los que somos amantes de Moto GP, pero la verdad es que un poco decepcionante si buscas belleza similar a la que hemos dejado atrás. Que me perdonen los alcañizanos pero poco encanto encontramos en sus calles más allá del Parador y de la plaza de España.



Sin duda para dar perfecto colofón a esta visita, aún no perteneciendo a la comarca del Matarraña, os recomendaría recorrer los 55 kilómetros que separan La Fresneda de Morella, uno de los pueblos más bonitos de Teruel, y de España. Nosotros, nos quedamos en Alcañiz en plan John Nieve junto al muro… de Motorland. Hasta la próxima amigos!!!!


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