jueves, 17 de diciembre de 2015

RIBEIRA SACRA.


La Ribeira Sacra es una zona situada en la comunidad gallega, al sur de Lugo y norte de Orense, junto a los ríos Cabe, Sil y Miño. Esta denominación podría provenir de la gran cantidad de monasterios ubicados en las laderas de los cañones que han formado estos ríos. Nos centraremos en los cañones del Sil, los más famosos y también los más espectaculares. Desde la capital de la comarca, Monforte de Lemos, recorreremos un centenar de kilómetros, muchos de ellos junto al Sil y visitaremos los lugares más emblemáticos de este precioso enclave.
 


 
Monforte de Lemos es, como hemos dicho, la capital de la Ribeira Sacra. Desde el punto de vista del visitante, no tiene mucho que destacar. Apenas el Monasterio de San Vicente del Pino, donde se encuentra el Parador de Turismo, en la parte alta de la ciudad, pasando por la judería que merece un paseo por sus calles; y el impresionante Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. Monforte además resulta un lugar perfecto para disfrutar de la exquisita gastronomía gallega y de los afamados vinos de esta comarca.

 


 
Desde Monforte de Lemos tomamos la carretera LU-903 que nos lleva hacia el sur, por una carretera jalonada de viñas. Unas curiosas viñas dispuestas en escalones dada la pendiente de las paredes en las que se sitúan y en las que se cultiva la uva mencía, de la que se produce un vino muy apreciado por su calidad. Llegando a la frontera con Orense, cerca del poblado de Doade, veremos un monumento a la viticultura heróica, con algunas explicaciones de interés y sobre todo, las primeras vistas del espectacular cañón que forma el Sil.
 

 


Cerca de este punto cruzamos el río Sil dirección Castro Caldelas, hasta alcanzar un pueblo llamado O Pombar, a la izquierda veremos un desvío que nos llevará hasta uno de los mejores y menos conocidos miradores de los cañones, el mirador de Matacás. La carretera no es buena, pero sin duda merece la pena acercarse y disfrutar de esta maravilla.

 


De vuelta a O Pombar, en muy pocos kilómetros llegaremos a Castro Caldelas. Una de las villas más atractivas de todo el recorrido. Aunque es un pueblo pequeño, nos llevará un rato descubrir todos sus rincones. Desde la preciosa Praza do Prado podemos ascender por sus calles hasta el coqueto castillo de Castro Caldelas. Se puede visitar y la entrada cuesta solo 3€, además ¡¡¡podemos pasar con nuestra mascota!!!. La visita al interior es interesante, se encuentra muy bien restaurado y con exposiciones siempre enriquecedoras. Desde el castillo caminamos hasta de Santa Isabel y volvemos a la plaza donde podemos deleitar nuestros sentidos en alguna de sus tiendas gastronómicas.
 

 
 
 

Dejamos Castro Caldelas y nos dirigimos a otro pueblo emblemático de la comarca: Paradas de Sil, con varios puntos de obligada visita. Desde el centro de la villa parte una carreterita (la podemos recorrer andando) que nos lleva a los famosos “balcones de Madrid”. Por aquí dicen que dicho nombre se origina porque desde este punto las esposas despedían a sus maridos barquilleros cuando partían de viaje, que fueran al sitio que fueran, decían que iban a Madrid. El caso es que desde este punto, nuestra cámara de fotos echará humo.

 
 
De nuevo en Paradas de Sil, tomamos la carretera (la bajada es espectacular) que nos lleva al Monasterio de Santa Cristina. Abandonado pero en buen estado. Podremos llevarnos a nuestro perro, siempre con mucho respeto, ya que no hay puertas ni personas que lo impidan. La visita al interior de la iglesia, eso si, depende de la suerte que tengas, no hay horarios. Este lugar está lleno de misticismo, el enclave es espectacular, conviene visitarlo, si es posible, cuando no hay nadie como fue nuestro caso y deleitarnos disfrutando de cada detalle de este maravilloso ejemplo de románico gallego. Destacaría sobre todo la portada de acceso, el claustro y la torre.






 
Al regresar, podemos hacer un alto en el mirador de Castros, junto al camping.
Por una preciosa carretera, siempre junto al Sil, vamos en busca de más observatorios donde llenar nuestras retinas y nuestra memoria de la belleza que nos regala la naturaleza. El primer mirador que nos encontramos es el de Vilouxe, en nuestro caso, bastante deslucido por culpa de la niebla, aunque ya sabíamos que las vistas eran grandiosas.
 


 
Muy poco después se encuentra el que para muchos es el más bonito, el de Cabezoas. No en vano es el que se ha elegido para ilustrar muchos de los folletos turísticos que emite la Comarca. A pesar del tendido eléctrico que desluce bastante, la belleza del lugar es innegable.

 

Seguimos avanzando por la carretera hasta tomar un desvío a la derecha, junto al pueblo Vilar de Cerreda que nos conduce al embarcadero en el que podremos abandonar el coche por un rato (y a nuestra mascota, lamentablemente también) y tomar un catamarán que nos llevará río arriba a descubrir los cañones desde otro punto de vista. Hemos de decir que el estado de los barcos es lamentable para el precio excesivo que se cobra a cada visitante (13€ por una visita corta, pero que se hace larga por la ausencia de explicaciones). Son los problemas de los monopolios y las extrañas formas de asignar a una empresa privada, estas explotaciones turísticas.
 

 
 
Volvemos a la carretera OU-0508 hasta nuestra siguiente parada que será el monasterio de Santo Estevo, actualmente Parador de Turismo, pero en el que podremos visitar parte de sus dependencias.  A diferencia del monasterio de Santa Cristina, se trata de un monumento importante por su amplitud, con tres claustros y la iglesia. Nada más entrar nos encontramos el impresionante claustro de la portería, renacentista. Mas pequeño y encantador, de estilo románico-gótico es el claustro de los Obispos. A ambos podemos acceder sin problema incluso sin estar alojados en el parador. La iglesia, en el exterior, destaca por el retablo en piedra del siglo 12.


 
 
 

El colofón al recorrido lo ponemos en el monasterio de San Pedro de Rocas a 16 kilómetros de Santo Estevo.  Se trata del conjunto monacal más antiguo de Galicia (su origen es anterior al año 600) y se nota. Comenzamos la visita por la casa rectoral, actualmente un interesante centro de interpretación De ahí accedemos a la impactante la iglesia rupestre, que está excavada en una roca. Y por último veremos el singular campanario, la imagen de este monasterio.


 

sábado, 28 de noviembre de 2015

PUEBLOS MAGICOS JUNTO AL DORDOGNA (PERIGORD)


A pesar de no ser una de las zonas más conocidas de Francia, el Perigord reúne todos los requisitos para ser un destino del que disfrutar a tope de unas vacaciones, y del que enamorarse. Pueblos de cuento en los que parece que el tiempo se ha detenido, una gastronomía exquisita basada en el pato y la oca (…y el queso, por supuesto), senderos y caminos por unos paisajes maravillosos, grutas, jardines… Si llegáis al final de esta entrada (muy resumida), entenderéis porqué esta zona es una de nuestras favoritas de todo el territorio francés. 








El río Dordoña tiene casi 500 kilómetros de longitud (creando, por cierto, el mayor estuario
de Europa en su desembocadura) pero nos vamos a centrar en los pueblos situados a ambos lados de la carretera A20, lo que hace muy sencillo y cómodo su acceso.

Empezaremos el recorrido a lo grande, en Rocamadour, a la derecha de la mencionada A20 según miramos el mapa. Acercarse a este poblado es una experiencia inolvidable. Encaramado a un acantilado, parece increíble que alguien pensara que ahí se podía levantar un pueblo… pero mira. Desde cualquier perspectiva la ubicación de Rocamadour resulta espectacular. Como espectacular resultará la cantidad de escaleras que subiremos y bajaremos, lógico. Pero el esfuerzo merece la pena.

 
 
 Por la Gran Escalera, llegaremos a una especie de placita, allí 8 iglesias o capillas, algunas incrustadas en la roca. La capilla de Notre Damme guarda la Virgen Negra, que dicen que desprende una fuerza espiritual fuera de lo común… En la roca, sobre estas construcciones, veremos una espada, que dicen que es la del caballero Roland muerto en los Pirineos, pero que antes de caer en manos de sus enemigos, lanzó la espada con tanta fuerza que llegó hasta aquí… Quizá no fue exactamente así, pero bueno…

 
 

 Una vez visitado este centro de peregrinación, y por un camino zigzagueante de continua subida con alguna que otra sorpresa, llegaremos al castillo, en lo alto del acantilado. Desde una de las murallas, contemplaremos unas vistas increíbles del pueblo y del cañón en el que se encuentra (si la niebla, como nos ocurrió a nosotros, no os lo impide…). No nos podemos marchar de esta villa sin probar su queso de cabra, de fama casi mundial…



Desde Rocamadour, en unos veinte minutos, podemos acercarnos a un lugar sorprendente, las grutas de Padirac:

Precio: 10,50€
Horario: De finales de marzo a primeros de noviembre de 9:30 a 17:30 aprox (consultar web)
Perros: NO está permitida su entrada.

Sin duda la visita a esta gruta se trata de una experiencia única e impresionante a descubrir por vosotros mismos.


Otro breve trayecto de once minutos nos deja junto a la impresionante cascada de Autoire. Hay un aparcamiento en la parte alta que en un momento te lleva a un mirador sobre la caída de más de treinta metros. De nuevo la niebla se nos echó encima y cuando quisimos sacar la cámara de fotos, esto es todo lo que pudimos tomar…


Bajamos al pueblo medieval del mismo nombre, Autoire. Desde el aparcamiento que hay a la entrada también podemos acercarnos al pie de la cascada tras media hora de agradable paseo junto a nuestra mascota. La comuna (incluida en la lista de los “pueblos más bonitos de Francia”) bien merece una visita. El castillo de Limargue, su iglesia de Saint Pierre, sus callejuelas…



Ocho minutos más de coche y estamos en Loubressac. Otra villa incluida es esa famosa lista de los pueblos más bellos de Francia. No es de extrañar, mas encanto no puede tener este pueblecillo. En este caso la niebla jugó a nuestro favor y la hizo aún más encantadora y mágica. Pasear con detenimiento por sus calles dejará poso en vuestra memoria.



A diez kilómetros de Loubressac se encuentra Carennac (también aparece en la lista…), el “pueblo de los tejados”, preciosa villa medieval perfectamente conservada en la que nos costará creer que no estemos dentro de alguna película. Ya que estamos, no deberíamos dejar de visitar la iglesia románica de Saint Pierre. Magnífica.



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Desde Carennac, veinte minutos de carretera para llegar a la ciudad de Martel, otra población en la que caminar por sus calles del centro histórico te transporta a la época medieval. Especialmente encantadora nos pareció su plaza principal o Place des Consuls, donde se encuentra la Oficina de Turismo, que también hay que ver.



Salimos de Martel y cruzamos la carretera A20 mencionada anteriormente. Pasamos por Souillac donde, si nos apetece mucho, podemos visitar su famosa y monumental abadía. A menos de treinta kilómetros se encuentra la villa de Domme, otro de los “pueblos más bellos de Francia”. Se trata de una ciudad fortificada situada sobre el Dordoña en un emplazamiento estratégico… y bello. Conserva puertas y torres, calles llenas de encanto y dos preciosas plazas. En la del mercado además podemos visitar la gruta de Domme. Además de la belleza del pueblo en sí, las vistas desde los miradores del acantilado son maravillosas.



Cruzamos el Dordoña en busca de nuestro siguiente destino: La Roque-Gageac. Un poblado, que es casi una calle, situado a los pies de un acantilado. Se trata de un pueblo antiquísimo, prehistórico, pero que cambió su fisonomía al caerse una piedrecita de 5000m2 sobre él. Lo mejor, recorrer el pueblo de punta a punta y acercarse a la pequeña iglesia que encontraremos en la parte superior junto a un curioso jardín tropical… muy curioso si. En esta villa podemos tomar una gabarra (una pequeña embarcación) y recorrer un pequeño tramo del río que nos permitirá contemplar algunos de los castillos más representativos de esta zona.



En un suspiro llegamos a otro cruce con dos posibilidades: cruzar el Dordoña y acercarnos al castillo de Castelnaud o girar a la derecha y visitar los jardines de Marqueysaac. Empezamos por Castelnaud, el castillo más visitado del sur de Francia:

Precio: 8,60€
Horario: Abierto todo el año de 10:00 a 17:00 aproximadamente.
Perros: Permitido el acceso con correa.

Además del emplazamiento del castillo con magníficas vistas del valle, es interesante la colección de armas y máquinas de guerra. También cuenta con unos jardines medievales. En cualquier época además tienen espectáculos y animaciones.


Volvemos a cruzar el Dordoña y nos acercamos a los maravillosos Jardines de Marqueysaac, románticos y pintorescos:

Precio: 7,80€
Horario: Abierto todo el año de 10:00 a 18:00 aproximadamente (dependiendo de la época)
Perros: Permitido el acceso con correa.

A lo largo de 6ks de caminos sombreados, contemplaremos junto a nuestra mascota más de 150.000 plantas de cientos de especies distintas, podadas a mano de una manera única. Las vistas del valle desde algunos puntos son espectaculares.
 


 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
  
Tres kilómetros de distancia separan Marqueysaac de otra población pintoresca y acogedora: Beynac et Cazenac, otra localidad que figura en la lista de esos pueblos bellos de Francia. Desde el viejo puerto junto al río, hasta el imponente castillo en lo alto del acantilado, escala el pueblecillo de casas medievales atravesando algunas preciosas puertas fortificadas.



 Para el final hemos dejado el plato fuerte: Sarlat. Veinte minutos de coche nos separan de esta joya medieval. No entiendo como este pueblo no es un destino de primer orden, porque es una auténtica maravilla de arquitectura medieval bien conservada y es una gozada pasear por sus calles y descubrir sus miles de rincones tanto de día como de noche. Y no son palabras vacías, de hecho se trata de la primera localidad de Europa por el número de edificios protegidos por metro cuadrado.

 El centro histórico, no es muy grande, pero es que no hay una sola calle carente de belleza o un solo rincón que no sorprenda al visitante. Para recorrer la villa lo mejor es acercarse a la oficina de Turismo, junto a la Catedral, y tomar un folleto con un interesantísimo itinerario que recorre de punta a punta la ciudad medieval, con puntos en los que detenerse y comentarios históricos interesantes.  


Pero no sólo en su arquitectura reside el interés, la gastronomía también es parte del encanto de Sarlat. Si tenemos suerte de que nuestra visita sea un sábado, podremos disfrutar de un maravilloso mercadillo gastronómico en la plaza del Mercado (por cierto, no dejar de ver el mercado, ubicado en el interior de una iglesia… Genial!!!).
 

 
Veremos cientos de tiendas de productos de la zona (sobre todo patés y derivados de la oca, que aquí es como de la familia… y trufas!!!). Y en los magníficos restaurantes de la ciudad podremos degustar manjares como el magret de pato, el cassoulet, el ragout de confit…


Y como ya os hemos comentado en la introducción, os recomendamos visitar Sarlat también al atardecer y cuando es sol ya se ha puesto… coincidiréis con nosotros en que sin duda se trata de un lugar mágico.