Hace mucho tiempo que teníamos ganas de
escaparnos a tierras austríacas y por fin se nos presentó la oportunidad de
hacerlo. Se trata de un país con muchos alicientes para el viajero ansioso de
descubrir ciudades monumentales, paisajes increíbles de alta montaña, pueblos
llenos de encanto… Además al ser un estado relativamente pequeño, está todo más
o menos accesible. Nuestra idea era atravesar el país de derecha a izquierda,
desde Viena hasta Innsbruck, teniendo como paradas obligatorias Salzburgo y Hallstat,
y a partir de ahí, íbamos viendo… Esto que os mostramos aquí es el resultado
final. Estamos convencidos que os va a picar el gusanillo austríaco. Eso si, en
esta ocasión y sin que sirva de precedente, viajando con kira se transforma en
viajando sin kira… anda que no la echamos de menos!!! Pero ya sabéis lo
complicado que es volar con una mascota.
Haciendo una rápida valoración, esta escapada
cumplió nuestras expectativas y yo creo que con creces, sobre todo a medida que
transcurría el viaje. Muchos turistas viajan a Austria sólo para conocer su
capital y no saben lo que se están perdiendo a escasos kilómetros. Si
continuáis leyendo me entenderéis.
Una vez descendimos del avión, había que
llegar a la capital que dista 15 kilómetros del aeropuerto. Después de estudiar
las opciones disponibles (autobus, tren rápido, tren cercanías…), pensamos que
lo mejor era tomar el tren S-Bhan número 7 (3,60€ el viaje de ida) que te deja
justo en el centro de la ciudad, la estación Wien Mitte. Una vez salimos de la
estación, empezamos a caminar por la Viena turística. Si bien es cierto que es
una ciudad atractiva, a diferencia de otras que te fascinan desde el primer
momento, Viena me dejó la impresión de tienes que poner de tu parte para que te
vaya atrapando poco a poco, lo que es muy probable es que al final del viaje,
te habrá fascinado.
Viena es una urbe con un núcleo turístico
bastante extenso y, aunque te guste mucho caminar, en algún momento tendrás que
echar mano del metro o del tranvía para llegar a algún punto de los que aquí os
vamos a recomendar. Porque nuestro propósito no es haceros un itinerario a
seguir a rajatabla sino, desde un punto de vista totalmente subjetivo,
mostraros lo que para nosotros resultó ser lo mejor del viaje: monumentos,
calles, tiendas…
En el centro del centro de la capital, se
encuentra la Catedral de St. Stephan (o Stephansdom) de la que destacan a
primera vista su torre, su tejado y las puertas de entrada. No es de un estilo
definido, posee características del románico, del gotico y del barroco. El
tejado es seguramente lo más llamativo, está formado por miles y miles de tejas
de diez colores (si las ponemos en fila recorreríamos 51 kms de una punta a
otra). Junto a él, la torre sur es uno de los emblemas de la ciudad, mide 136
metros y tiene una curiosa forma piramidal. El interior destaca por su altura y
por la gran cantidad de capillas que alberga. Acostumbrados a nuestras
catedrales tan sobrias, nos llamará un poco la atención su decoración algo más
recargada. No dejéis de contemplar el púlpito que para nuestro gusto es
impresionante. Los amantes de la música clásica sabrán que en esta catedral se
casó Mozart y que aquí se celebró también su funeral.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_XBshmdY74yFUknIm_LZwO5DVlWznulIKihr98EvYRY7uVmJkqM4AG_PvcOluhyphenhyphenCMSeOl85WyVpqdWlMMp1RhiJptmlDr2NobyuBQwvYdXF570ItfRBah6yBl-xyaDFp1Bos0_sNebw2R/s400/catedral+viena2.jpg)
Y ya que hablamos de música, obligatoria
resulta la visita a la Opera de Viena, no tanto por su
exterior neorenacentista, sino por su elegantísimo interior. Todas las visitas
son guíadas y en varios idiomas (entre ellos el español) y su precio es de
7,50€. Aunque puedes encontrar entradas a la ópera desde un euro (de pié eso
sí) y de paso visitar el interior del edificio, encontramos muy recomendable la
visita guiada puesto que además de tener la posibilidad de ver el edificio
entero, tiene tantas curiosidades y una historia tan interesante, que
agradecerás pagar un poco más. La escalera principal y el escenario te dejarán
con la boca abierta.
Justo frente al edificio de la Opera, se
encuentra el Hotel Sacher, que si bien no es más espectacular que el resto,
para los golosos como nosotros, es un templo que visitar ya que en sus cocinas
nació la exquisita tarta Sacher (sacher torte). Aunque te pegan el sablazo por
una porción de tarta con un café cómo iros sin probarlo!!!.
Si Schonbrunn fue el palacio de invierno de
los Habsburgo, el Palacio de Hofburg fue el de verano. Es el más grande de Viena
y un lugar de culto a la malograda Sissí. La visita al interior del edificio
(la entrada cuesta 11,50€) incluye una
audioguía que aporta muchísima información sobre la vida de la emperatriz, que
aunque es sumamente interesante y de trascendecia histórica, para mi gusto se
hace demasiado pesada y pierde un poco de encanto con tantos detalles. Además
los que hayan visitado Shonbrunn previamente verán que la mitad de lo que
cuentan es una repetición de lo que ya han escuchado allí. Sea como sea es muy
recomendable visitar todas las estancias, los 19 aposentos, los salones… todos
ellos perfectamente decorados y conservados.
Caminando por la calle más famosa y
monumental de Viena, la Ringstrasse contemplaremos muchos de
los mejores edificios de la ciudad, algunos de ellos albergan museos, como el
precioso Museo de historia natural o el Museo de historia del Arte. Pero si
tenemos que quedarnos con tres, destacaríamos el enorme edificio neoclásico que
en la actualidad alberga el Parlamento de Austria; el Ayuntamiento
de Viena, construido en estilo neogótico y que nos recordó bastante al
estilo de los ayuntamientos de la zona belga de Flandes es una preciosidad de
cerca y de lejos, de día y de noche...; y por último el Teatro de Viena o Burgtheater,
también incluído en la lista de edificios Patrimonio de la Humanidad, de estilo
clásico, es también recomendable visitar su interior, o al menos acercarse a la
puerta principal y quedarnos maravillados con su elegantísima escalinata.
Además de sus edificios, nos encantaron los
parques y jardines que rodean la zona antigua, siempre junto a Ringstrasse. El Volksgarten
junto al Ayuntamiento con preciosa rosaleda y jardín botánico, eso si, no nos
gustó que no permitieran el paso a perros aquí tampoco. El Stadtpark muy agradable
para pasear, con su lago y en él encontraremos la famosa estatua del músico
Johann Strauss. El Burggarten, rodeado de monumentales edificios y con un buen
césped para descansar un rato o darnos un capricho en el restaurante
Palmenhaus, un precioso invernadero reconvertido en un espacio gastronómico; o
el Resselpark
un espacio frecuentado por jóvenes y niños en el que destaca la silueta barroca
de la iglesia de San Carlos Borromeo (Karlskirche), no dejéis de contemplar su
fachada.
Un poco alejado del centro, se ubica el
original edificio conocido como Hundertwasserhaus, construido de
1983 a 1986. Es difícil de describir esta arquitectura llena de originalidad,
colores y fantasía. No dejéis de visitar el mini centro comercial que
encontraréis en los bajos de este conjunto. Y un poco más allá, ya al otro lado
de un canal del Danubio, se halla el parque de atracciones más antiguo del
mundo, el Prater. Su noria de 60 metros de altura es otro de los emblemas
de la ciudad, pero hay muchas más atracciones, algunas muy antiguas. Además el
acceso al parque es gratuíto (de 10 a 24 horas).
Con muy buen sabor de boca abandonamos Viena
por carretera. Hemos alquilado un coche para hacer el recorrido que os
comentamos al principio y nuestro primer objetivo a unos 50 minutos de la
capital será la Abadía de Melk. Por la Autopista A1, muy cómoda, llegamos enseguida
a Melk, junto al Danubio, una localidad encantadora y pintoresca en la que
destaca sin duda, su impresionante abadía, una joya barroca declarada
Patrimonio de la Humanidad. A medida que nos acercamos al Monasterio, nos vamos
dando cuenta de la grandiosidad del monumento y nos llamará la atención sus
paredes ocres y sus tejados marrones con cúpulas verdosas. Un par de horas o
tres nos va a llevar la visita tanto al centro religioso como al parque que lo
rodea.
Para nuestro gusto, la visita al interior es
un poco cara (11 euros visita sin guía) si bien deleitándonos con los
impresionantes frescos de la sala de mármol, contemplando el incalculable valor
histórico y artístico de la biblioteca o quedándonos hipnotizado con la
escalera espiral de la pequeña librería, se nos olvidará pronto lo que hemos
tenido que abonar a la entrada. Pero es la iglesia de la Abadía el verdadero
tesoro del complejo. Barroco en estado puro, seguramente uno de los mejores
ejemplos que podemos encontrar en Europa. Techos, capillas, altares… os dejarán
atónitos.
Escaleras abajo desde la Abadía se encuentra
el precioso pueblo de Melk, no nos llevará mucho tiempo darnos un pequeño paseo
por sus encantadoras calles, acercarnos junto a la ribera del Danubio y
contemplar el conjunto del Monasterio desde otra perspectiva.
Continuamos por la A1, por un paisaje cada
vez más impactante hasta llegar al desvío hacia la ciudad de Gmunden, junto al
lago Traunsee. Si vamos bien de tiempo, merece la pena un alto en esta
localidad que invita a relajarse y disfrutar del paisaje, por algo es una
ciudad balneario. Un breve paseo junto al lago desde el romántico centro de la
ciudad hasta el castillo de Orth, es nuestra recomendación.
En menos de una hora desde Gmunden por una
maravillosa carretera, alcanzamos uno de nuestros destinos soñados, la
localidad de Hallstat, del que dicen, y decimos nosotros también, es uno de los
pueblos más bonitos de Europa. Se encuentra situado junto al lago Hallstatter
See y rodeado de montañas, el enclave no puede ser más espectacular. Nada más
llegar, ansiosos por echar el pie a tierra, conseguimos desembarazarnos del
coche en uno de varios aparcamientos a lo largo de la carretera (no me quiero
imaginar como estarán en pleno verano, hay que tener en cuenta esto) y
comenzamos a recorrer esta maravilla. Se mire por donde se mire, Hallstatt no
puede ser más bello, que haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad nos
parece hasta poco… Las casas de madera parecen sacadas de un cuento, el entorno
tan montañoso y tan verde, los cisnes en el lago… continuamente tienes que
pellizcarte para asegurarte que no estás viviendo un sueño.
Aunque es una localidad muy pequeña, puedes
recorrer su calle principal una y otra vez y no salir de ese estado de
fascinación. Ya que tiene tan poca extensión, conviene visitarlo sosegadamente,
prestando atención a cada detalle, disfrutando de cada vista como queriéndo
conservarla en la retina para siempre. Ya desde el punto de vista fotogénico,
la plaza del centro Marktplatz, la iglesia luterana de Hallstatt y la iglesia
católica de Maria am Berg con su cementerio, serán los puntos en los que
nuestra cámara echará humo…
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_91_RXms-BBvaWyqcsURwW0EEA6lZLAnP39pgiFRzaB3pVQp3cSOCyywoPVJ6uqkV3RSlxHO1GPIMTbJZl6s_K4oj6_kLYKJdDEYUDefI_06zPFw30GODKg0bH4oBQew1c4ahkQIAnBZo/s640/hallstatt+plaza2.jpg)
Pero el lugar de postal, la foto de las fotos con la que presumiras delante de todos tus amigos, la encontrarás un poco más hacia delante, marcado incluso en la acera. No se puede capturar más belleza desde un solo punto.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqmYFiCPUT9ma8l37t-iXzWkAVSHZfgN88zzVGld54scx7EAsf0g7DLOVutvZEGbsrYl8JZPl3irMwUUlvpMtFdMDShprqcJlY8N7XzIzJKZexGeNB-1snsZaIkpkvAjicrHacVkVTjnXI/s640/hallstatt+supervista.JPG)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh_91_RXms-BBvaWyqcsURwW0EEA6lZLAnP39pgiFRzaB3pVQp3cSOCyywoPVJ6uqkV3RSlxHO1GPIMTbJZl6s_K4oj6_kLYKJdDEYUDefI_06zPFw30GODKg0bH4oBQew1c4ahkQIAnBZo/s640/hallstatt+plaza2.jpg)
Pero el lugar de postal, la foto de las fotos con la que presumiras delante de todos tus amigos, la encontrarás un poco más hacia delante, marcado incluso en la acera. No se puede capturar más belleza desde un solo punto.
A unos pocos kilómetros de Hallstatt se encuentra el pueblo
de Gosau, pasando esta villa y adentrándonos en las montañas alcanzamos el lago
de Gosau, otro enclave de postal y un lugar perfecto para los amantes del
senderismo. Lástima que en el momento de nuestra visita, la espesa niebla no
nos dejó apreciar el conjunto del paisaje y los picos alpinos que rodean el
lago. Desde el aparcamiento un cómodo camino de unos cinco kilómetros da la
vuelta al lago y nos ofrece maravillosas panorámicas con las que deleitarnos. Y
si de repente hay hambre, justo detrás del aparcamiento encontramos un acogedor
hotel restaurante donde desgustar comida casera contemplando el excelso paisaje
del lago y las montañas, qué más se puede pedir!!!!
Volvemos a la carretera que nos llevará a Salzburgo en tres
cuartos de hora, pero queremos hacer un nuevo alto en el camino junto al lago
Wolfgangsee, concretamente en el pueblo St. Wolfgang, con la intención de coger
el tren cremallera que desde la estación junto al lago, nos lleva hasta los
1783 metros de la cumbre de Schafberg, desde donde alcanzaremos a contemplar
hasta ocho lagos e incluso el glaciar Dachstein… en nuestro caso la niebla no
nos dejó ver absolutamente nada. El precio del billete ida y vuelta es de 34
euros por persona, y los perros pueden viajar con nosotros siempre con correa y
bozal. Incluso con suerte podremos subir en el tren de vapor en funcionamiento
más antiguo del mundo.
Otro enclave bastante interesante junto al lago es el pueblo
de St. Gilgen, ya a tan solo 30 kilómetros de Salzburgo. Aquí nació la madre de
Mozart, y en su honor colocaron una estatua de su hijo en medio de la plaza de
la localidad. También han habilitado una casa en la que vivió el famoso músico.
El pueblo es muy agradable, con fantásticas casas de antiguos aristócratas de
Salzburgo que construyeron aquí sus viviendas de veraneo junto al lago.
Y ya sin más, nos dirigimos hacia Salzburgo ansiosos por
conocer esta famosísima ciudad austríaca, también nombrada Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco. Si bien antes decíamos que Viena era una ciudad que te
ganaba poco a poco, de Salzburgo te enamoras desde el primer momento… y ya no
puedes dejar de hacerlo. Desde el primer momento quedamos impresionados por la
majestuosidad del enclave, rodeada de montañas alpinas y atravesada por el Danubio;
y por su silueta de la que sobresalen infinidad de torres y cúpulas y, por
supuesto, su majestuoso castillo rematando el lienzo. Es difícil imaginarse un
paisaje urbano tan idílico como el que tenemos ante nosotros.
Pero si impresionados nos deja el primer vistazo lejano,
pateando sus calles la sensación continúa. Cada plaza y cada calle que vas
descubriendo es un regalo para los sentidos. Desde la calle más turística y
comercial, la angosta Getreidegasse con sus inconfundibles y encantadores
letreros colgando de cada tienda o restaurante, hasta las plazas más amplias y
tranquilas como la Mozartplatz rematada con una estatua del hijo predilecto de
esta ciudad y también reclamo turístico que explotan hasta la saciedad (los
incondicionales de este músico encontrarán aquí además de su plaza, un
interesante museo y la casa en la que vivió el genio).
Desde esta misma plaza hasta la Anton-Neumayr Platz se
concentra lo más visitable y lo más monumental de esta ciudad, que por cierto
no es demasiado grande y en un par de días se puede recorrer bastante bien. En
este corto espacio se encuentra la enorme Catedral barroca de 142 metros de
largo, construida en el siglo 17 de interior elegantísimo donde deleitarse con
alguno de los múltiples conciertos que en ella se dan (de hecho Salzburgo es
una ciudad con una extensísima propuesta cultural). A su lado la preciosa
Residenzplatz con su monumental fuente. Y al otro lado la Kapitelplatz justo a
los pies de la colina del castillo.
Los amantes de la arquitectura sagrada estarán de
enhorabuena, un buen puñado de iglesias se abren al visitante curioso. Nosotros
destacaríamos la iglesia de San Pedro por sus techos y sus frescos; la
Kollegienkirche por su originalidad y su cúpula; o la pequeña y encantadora
iglesia de St. Blasius.
Y por supuesto no nos podemos marchar de aquí sin subir al
castillo-fortaleza de Hohensalzburg, la más grande fortaleza de Europa. Desde
los pies de la colina, mirando hacia arriba entenderemos porque este castillo
nunca fue tomado. Los más comodones pueden tomar un funicular para salvar los
120 metros de altura hasta la entrada del castillo (sólo supone 3,5 euros ida y
vuelta). Los más valientes tienen por delante un camino de fuertes pendientes,
pero de impagables vistas. La entrada no es precisamente barata, 12 euros que
incluye audioguía en español. Por su amplitud y su estado de conservación, merece
la pena sin duda.
Si no hemos acabado cansados de tanto caminar, un precioso
camino entre bosques y junto al acantilado desde el que contemplaremos la
ciudad a vista de pájaro nos llevará hasta la otra punta de la ciudad. En total
una hora de paseo lleno de alicientes y totalmente recomendable si disponemos
de tiempo… y fuerzas, claro.
Cruzando el río por el puente peatonal Makartsteg, inundado
por los candados con las que miles de enamorados han ido sellando su relación
para ¿toda la vida?... Según caminamos a
nuestra derecha veremos el elegante edificio del Hotel Sacher de Salzburgo… no
hace falta que os diga lo que podemos degustar allí. A este lado del Danubio
nos encontraremos con otras visitas indispensables como la casa de Mozart,
justo en la plaza en frente del puente que acabamos de cruzar, el palacio
Mirabell con sus maravillosos jardines, y la calle Linzer Grasse que a nosotros
nos pareció muy agradable y auténtica.
Para los amantes de la fotografía en esta ciudad encontrarán
infinidad de lugares a cual más fotogénico. Nosotros os recomendamos algunos:
Por supuesto las vistas desde cualquiera de los puentes que cruzan el Danubio,
las más clásicas. Una de las mejores panorámicas la tomaremos desde el monte en
el que se ubica el Monasterio Capuchino, cuya interesante subidita parte de la
anteriormente mencionada Linzergrasse. Desde los jardines del Palacio de
Mirabell la instantánea no puede ser más bella. Desde el camino que baja del
castillo, junto a lo poco que queda de una muralla, las vistas hacia el centro
histórico y la fortaleza son maravillosas. Y por último si subimos andando al
castillo el esfuerzo será recompensado y podremos presumir de unas únicas fotos
de los tejados, torres y cúpulas que dibujan el horizonte de esta hermosísima
ciudad.
Antes de partir definitivamente hacia Innsbruck, os
proponemos una pequeña excursión treinta kilómetros al sur de Salzburgo,
cruzando la frontera con Alemania, para acercarnos a la localidad y el lago de
Konigssee. Desde esta villa y rodeados por un majestuoso paisaje alpino
tomaremos un barco eléctrico que cruzando el lago nos llevará, en tres cuartos
de hora y previo pago de 14,50€, hasta la iglesia de San Bartolomé. Un lugar
totalmente idílico a los pies de montañas de casi 3000 metros de altitud y un
auténtico paraíso para los senderistas.
De vuelta al puerto y de vuelta a la carretera, ya ponemos
rumbo a nuestro último destino, la ciudad de Innsbruck, pero con un último alto
en el camino también, el pueblecito alpino de Alpbach, a casi dos horas de
Konigsee. Eso si, por una comodísima autopista en la que el paisaje hace mucho
más ameno y llevadero el camino. Son diez kilómetros de desvío para
encontrarnos con este precioso pueblecillo enclavado en un no menos maravilloso
entorno. Lo que imaginamos que puede ser un típico pueblo alpino se hace
realidad en Alpbach. Casitas de madera, prados de un verde casi fosforito,
montañas cubiertas de abetos mires donde mires… Solo tienes que sentarte y
contemplar. Y otro momento que, sin querer, conservarás en tu memoria como un
tesoro.
Cuarenta y cinco minutos después de abandonar el paraíso de Alpbach, alcanzamos por fin la meta final de nuestro viaje: la ciudad de Innsbruck, capital del Tirol. Una localidad en medio de altísimas montañas por lo que siempre se ha relacionado con los deportes de invierno, no obstante es un templo para los amantes del ski y aquí se han celebrado ya dos ediciones de los Juegos Olímipicos de invierno. Lejos de la nieve, a nosotros nos llamaba más la atención descubrir el casco histórico de la ciudad, que perfectamente se puede visitar en un día completo. Si se dispone de más tiempo seguro que tiene que ser muy recomendable coger el teleférico Nordkettenbahnen (32 euros ida y vuelta) y contemplar la ciudad y la cordillera desde lo alto.
Pero volviendo al centro el símbolo, lo más característico de esta ciudad sin duda es el Tejadillo dorado, en pleno centro de la misma. Se trata del techo de un mirador, decorado con 2700 azulejos dorados. El edificio actualmente es un museo que abre de 10 a 17 horas.
A derecha e izquierda del Tejadillo se abre el encantador
centro histórico, pero justo al frente podemos tomar la Herzog-Friedich Strasse
jalonada por elegantísimos edificios cuyos bajos soportalados nos protegen en
días de lluvia como el que nos tocó sufrir. La continuación de esta calle es si
cabe aún más bella. Se trata de la famosa Marie Theresien Strasse, lugar para
pasear, ir de compras y sobre todo admirar los edificios barrocos desde la
columna de Santa Ana, con el telón de fondo de los impresionantes picos que protegen
esta ciudad.
Cuarenta y cinco minutos después de abandonar el paraíso de Alpbach, alcanzamos por fin la meta final de nuestro viaje: la ciudad de Innsbruck, capital del Tirol. Una localidad en medio de altísimas montañas por lo que siempre se ha relacionado con los deportes de invierno, no obstante es un templo para los amantes del ski y aquí se han celebrado ya dos ediciones de los Juegos Olímipicos de invierno. Lejos de la nieve, a nosotros nos llamaba más la atención descubrir el casco histórico de la ciudad, que perfectamente se puede visitar en un día completo. Si se dispone de más tiempo seguro que tiene que ser muy recomendable coger el teleférico Nordkettenbahnen (32 euros ida y vuelta) y contemplar la ciudad y la cordillera desde lo alto.
Pero volviendo al centro el símbolo, lo más característico de esta ciudad sin duda es el Tejadillo dorado, en pleno centro de la misma. Se trata del techo de un mirador, decorado con 2700 azulejos dorados. El edificio actualmente es un museo que abre de 10 a 17 horas.
Si disponemos de tiempo, no deja de ser interesante visitar
la Catedral de Santiago (barroca del siglo 17 abierta de 10:30 a 18:30), el
palacio Imperial junto a la Catedral o la iglesia Hofkirche (iglesia de la
corte) templo gótico del siglo 16 con sus 28 curiosas estatuas negras. Aunque
para nosotros no hubo nada como pasear y dejarnos llevar por el encanto de las
calles peatonales de su centro histórico.
Y esto es lo que dio de sí nuestro viaje por Austria…
dejamos muchas cosas por ver, pero para el tiempo del que dispusimos, el
recorrido colmó nuestras expectativas por completo. Espero que os haya resultado
interesante y entretenido este resumen más o menos gráfico… ya sabéis que
podéis comentarnos cualquier cosa, estaremos encantados de leeros.
Abu, como estoy convencido de que en el cielo hay wifi, aquí
tienes algunas fotos de las que te prometí que veríamos juntos. Gracias por
inspirarme cada palabra de las que he escrito y gracias por regalarme tanta sabiduría,
tanto bondad y tanto amor. Te echo muchísimo de menos… no te imaginas cuanto.